2011/02/09

Pedagogía de CONFUCIO

Hace 2500 años, Confucio dijo: "Escucho y olvido. Veo y recuerdo. Hago y comprendo." Estas palabras, tan lejanas en el tiempo y el espacio, resuenan hoy con increíble fuerza en el campo de la educación. Adaptando estas reflexiones, podríamos actualizarlas y obtener algunas herramientas, para quienes tienen la compleja misión de enseñar... a aprender.

Vemos posibilidades y vamos hacia ellas: lo primero que descubrimos en este pensamiento es que las personas deben estar lo suficientemente atraídas para participar de algo. Como maestros, o facilitadores, debemos acercarnos a las personas, preguntarles y tratar de comprender sus necesidades para satisfacer sus expectativas de aprendizaje.
Nos divertimos y renovamos nuestras energías: pensemos en el aprendizaje en términos de "gasto de energía". Cuando las personas asisten a un evento de capacitación, hay muchas actividades que compiten por su energía y atención. Cuando reflexionamos sobre aquello que energiza a las personas y sostiene su motivación, inmediatamente pensamos en la diversión. Sin desviarnos del objetivo pedagógico de un evento, podemos hacer más divertida la experiencia -para los participantes- construyendo una atmósfera amigable e informal, donde se estimule la conversación, la relajación y el humor.
Preguntamos y nos abrimos al aprendizaje: todo docente sabe lo importante que es que las personas se abran a nuevas ideas y teorías, para facultar un aprendizaje más profundo. Las preguntas son el recurso que tienen las personas para recabar información, comparar sus expectativas con la realidad y aprender más acerca de los pensamientos y percepciones de los demás. Parte del rol de un facilitador es estimular, a los participantes, a formular sus preguntas y clarificar así sus intenciones de aprendizaje.
Mientras más sentidos involucramos, más información retenemos: una vez que los participantes están energizados y abiertos al aprendizaje, tenemos el terreno fértil para presentar un contenido dinámico e interesante. Pero para ayudar a que este contenido "eche raíces" y sea internalizado por los participantes, debe ser presentado de manera tal que active todos los sentidos y responda a los tres principales estilos de aprendizaje: visual, auditivo y kinestésico. Al igual que sentimos de varias formas, también aprendemos de modos diversos. Por eso, un docente debe utilizar estímulos visuales (imágenes, colores, mapas, fotos), auditivos (tonos de voz, música, sonidos, etc..) y kinestésicos (temperaturas, contacto físico, sensaciones, texturas).
Hacemos y comprendemos: incluso el alumno más motivado, necesitará más que escuchar, ver y tocar las ideas y los conceptos. Los participantes necesitan la oportunidad de hacer algo con la información; experimentarla de forma tal que puedan conectarla con sus situaciones y perspectivas personales. Para mejorar el desempeño, una persona debe aprender a traducir lo aprendido en nuevos y mejores resultados. La tarea de un facilitador es ayudar al aprendiz a conectar lo visto con su propósito personal y profesional. Esta es una manera efectiva de medir los efectos de un proceso de enseñanza, especialmente en adultos.
Reflexionamos, integramos y podemos compartir con los demás: una vez que las personas han comprendido algo, para fijar más un nuevo conocimiento, deben ser capaces de compartir sus aprendizajes con otras personas. Para ello, necesitan integrar el nuevo conocimiento a sus saberes previos y reflexionar sobre él detenidamente. Esto significa que un educador debe crear tiempo -y procesos- para propiciar la reflexión personal y el diálogo.
Aplicamos a la vida real y obtenemos resultados: quién resuelve un problema no sólo aprende acerca de ese tema en concreto; también aprende a actuar frente a otros problemas. Al aplicar un aprendizaje a un problema en particular, aprendemos a detectar un problema, a enunciarlo, a interpretar de qué tipo de problema se trata, a analizar las estrategias disponibles y a generar un plan de trabajo. Además, podemos aprender a identificar si estamos progresando, e identificar nuevas situaciones en las que aplicar lo aprendido.

Cada principio de este modelo nos puede ayudar a diseñar un evento de capacitación, cualquiera sea su naturaleza. Si reflexionamos acerca de la manera en que aprenden mejor las personas, sabremos aquello que necesitamos darles. Esto no significa que logremos experiencias de aprendizaje "perfectas", pero seguramente serán un poco mejores... gracias a la orientación del filósofo chino!

Tomado del “Club de la Efectividad” 09/02/11

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