2011/02/08

REVOLUCION

Honestamente creo que si hace falta una revolución en nuestro país.

De acuerdo a la nueva panacea, léase WIKIPEDIA:

“Revolución política es aquella que tiene lugar cuando nuevas circunstancias económicas y sociales ya han comenzado a transformar la sociedad, pero las leyes e instituciones políticas tienden a frenar los cambios de mayor envergadura. La creencia radica en que al conseguirse los cambios en personal y estructuras políticas, las transformaciones económicas y sociales llegaran a un ritmo más acelerado y podrán desarrollarse por completo. Las revoluciones de 1830 y 1848 son buenos ejemplos de revoluciones políticas.”

“La característica más importante que posee es la no pretensión de transferir riquezas y/o propiedades de un grupo social a otro, generalmente quienes impulsan estas revoluciones ya cuentan con poder económico y lo que buscan es la abolición de restricción para aumentar su riqueza. Tienden a no ser sangrientas en términos relativos. En sus inicios la Revolución Francesa era fundamentalmente política,”

“Las revoluciones políticas se contraponen a las revoluciones sociales que sí alteran las relaciones de propiedad. Lo que comienza como revolución política puede derivar, por poco tiempo, en revolución social.”

“Revolución es una alteración absoluta de las estructuras establecidas en un orden social y político para ser sustituidas por otras distintas. Es la sustitución del orden social sobre el cual se basaba el anterior aparato político. Se considera que la situación está corrompida por completo y es imposible reformarlo, por lo tanto la única solución es erradicarla en su totalidad y sustituirla por algo nuevo.”

“En la esencia de la revolución, no está la violencia, pero generalmente la acompaña variando de acuerdo a la fuerza y determinación relativa de los revolucionarios y grupos dominantes, como sucedió en la revolución francesa, la rusa, la mexicana, la china.”

“La realidad política es la de un orden en movimiento, un llamado equilibrio de fuerzas. Cuando el orden no muestra capacidad para introducir los cambios que la tensión social exige, se presentara el fenómeno de la revolución.”

En mi país llevamos casi un siglo bajo la égida del socialismo en sus muchas caras, hemos estado bajo regímenes de la social democracia, del social cristianismo, y ahora del “socialismo del siglo XXI” y pareciera que estamos llegando a la conclusión, al corolario, a la sumatoria de todas las verdades y de todas las falacias, al entendimiento apocalíptico e inevitable de que: el socialismo, en todas sus caras mostradas hasta la presente fecha, no ha sido capaz de proveer esa felicidad social esgrimida como  su caballo de Troya para hacer propaganda en nuestra sociedad.

Entonces, si aceptamos la definición que encontramos en Wikipedia (en negritas, arriba) se nos presenta  la solución Salomónica de cambiar de revolución por otra que, por antítesis, permita pensar en una sociedad con un mínimo de corrupción, con miras a que el pueblo, el demos vengador, tome su rumbo hacia mejores derroteros, con mayor probabilidad de éxito ya que, en la vía de la antítesis, tendría que ser una revolución humanística totalmente diferente a todo el aparataje que han desplegado hasta ahora que no ha sido mas que: mas de lo mismo, con otras caras.

Pero resulta que, en nuestro medio, generalmente se da el caso de que la gallina pone el huevo y, después, cacarea. Cuando hablamos de humanismo, la propaganda de casi un siglo nos muestra al humanista como al extremista del pensamiento, el asiduo visitante a bares oscuros donde por obra de divinos maestros se encontraba por una parte curando su hambre, y por otra parte llenándose del conocimiento político que otros como el, que habían llegado primero a esos sitios, ya estaban en condiciones de ilustrar. Mucho se ha hablado de las características sicológicas de tales personas y, estoy seguro que, cada uno de Ustedes, lectores, conocen de obras en muchos idiomas proclamando la inteligencia preclara de esas personas que por re, o por fa, se vieron extrañados de sus países, recalando en esos recónditos lugares de la ciudad luz, (en su momento), o al sur de nuestro continente, o en México, o en España, y uno que otro, que no muchos, en países y lugares de clima menos benigno. En su mayoría, estando en estas condiciones de alejamiento de la Patria, tenían un ser mítico que les proveía de medios para subsistir, como por ejemplo, una bequita de la universidad, un dinero que de pronto enviaba un amigo que pertenecía a tal o cual partido; un etcétera, familiar o no, que permitía mantener un régimen de vida espartano, es cierto, pero régimen de vida, al fin y al cabo. Si nos ponemos a hacer memoria pocos fueron los coterráneos que, pasadas esas desventuras, destacasen en el exterior por sus obras, o sus desarrollos, que no tuviesen que ver con la política.

Si asumimos que esos prohombres políticos dedicaron la mayor parte de su tiempo de exilio, dorado o no, a prepararse en política, cabe preguntarse de donde sacaron la preparación gerencial que les permita ahora enfrentar el reto de la conducción  de esa gran empresa llamada PATRIA.

Resulta evidente que tenemos dos clases sociales totalmente diferentes, los políticos y los no políticos. Cien años nos han demostrado que los políticos no han sabido manejar el país. De haberlo sabido, la situación seria diametralmente diferente. Hoy día hablamos del “Proceso” como si el proceso político fuese una panacea y como si todos los moradores del país tuviésemos que ser políticos para que el proceso…  se ponga en marcha. Es evidente que esta línea de pensamiento nos coloca ante el gran contrasentido histórico: queremos tener una democracia donde todos seamos el calco de lo que alguien ha decidido que sea el hombre de la patria.

Ante las realidades que,a diario, nos toca vivir, en las cuales las soluciones no son, precisamente, humanísticas, donde prevalece la función política sobre toda otra, no cabe pensar en que se pueda llamar al régimen “militar” pues lo que a diario se ejecuta no es mas que la continuación de lo que se ha venido haciendo desde principios del siglo pasado, con la salvedad, evidente, de querer achacarle el son del tambor a los otros músicos, a los que entrenaron y ubicaron en los sitios claves para que hicieran el trabajo sucio, permaneciendo ellos, los sabios de Grecia, fuera del sentimiento de culpabilidad que los persigue después de tantas derrotas como han sufrido.

El ejemplo internacional con la caída de varios regímenes y el muy discutido reaccionar de socios de larga data, y de enemigos de corta data debe hacernos pensar en una clave distinta a la que estamos ya muy acostumbrados. El estomago, maravilloso motor de la humanidad, no tiene compasión con las disculpas que puedan ofrecer los integrantes de esa clase política que esta causando la desaparición de los alimentos en los anaqueles de los abastos. El costo de las medicinas que los enfermos requieren día a día, páguelas quien las pague, es otro ejemplo de la falta de capacidad de esa clase política que no ha sabido responder al requerimiento de una sociedad que esta muy por encima de sus capacidades.

Necesitamos humanistas, gente preparada para llevar el timón de la Nación, para pensar en leyes que protejan a los ciudadanos, para hacer que nuestras capacidades de producción se eleven por sobre las necesidades, para colocarnos, como país, en la vía del progreso. La palabra clave es HUMANISTAS, definiéndolos y por ende a su revolución, como aquellos conciudadanos que piensan en los demás antes de pensar en si mismos.

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El concepto de HUMANISTAS no es nuevo, se pierde en la historia de la humanidad, consolida los deseos de toda la humanidad, de todo lo mejor de la humanidad, coloca al hombre en el centro del universo aceptando su pequeñez y su grandeza, aceptando el orden natural de todas las cosas, entendiendo que todos deben sumar a la hora de producir y todos deben consumir a la hora de renovar sus fuerzas, contribuyendo a que se detecten  los mejores y ellos, en su desarrollo, contribuyan a desarrollar a los demás. Disfrutan de la sinergia pues están convencidos de que es mas el todo que la suma de las partes.  Consideran que la ética no es una utopía y que el fin no justifica los medios, de allí que crean en el orden jurídico como parte fundamental de todas las organizaciones, un orden jurídico que va en pro del desarrollo humano, sin cortapisas. Humanistas que viven en la bonanza del libre albedrio con el sentido filosófico mas amplio pues todos los pensamientos tienen valor propio.