2011/08/29

La Onda Verde.. o: Ecología para incautos

En la fila del supermercado, el cajero le dijo a una señora mayor que debería traer su propia bolsa de compras ya que las bolsas plásticas no eran buenas para el medio ambiente.
La señora pidió disculpas y explicó: "Es que no había esta onda verde en mis tiempos."
El empleado le contestó: "*Ese es nuestro problema ahora. Su
generación no tuvo suficiente cuidado para preservar nuestro medio
ambiente." *
Tenía razón -- nuestra generación no tenía esa onda verde en esos tiempos.
En aquel entonces, las botellas de leche, las botellas de gaseosas y las de
cerveza se devolvían a la tienda. La tienda las enviaba de nuevo a la planta
para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que podían usas las mismas botellas una y otra vez. Así, realmente las
reciclaban.
Pero no teníamos onda verde en nuestros tiempos.
Subíamos las gradas, porque no había escaleras mecánicas en cada comercio y oficina. Caminábamos al almacén en lugar de montar en nuestro vehículo de 300 caballos de fuerza cada vez que necesitábamos recorrer dos cuadras.
Pero tenía razón. No teníamos la onda verde en nuestros días.
Por entonces, lavábamos los pañales de los bebés porque no había
desechables. Secábamos la ropa en tendederos, no en esas máquinas
consumidoras de energía sacudiéndose a 220 voltios -- la energía solar y
eólica secaban verdaderamente nuestra ropa. Los chicos usaban la ropa de sus hermanos mayores, no siempre modelitos nuevos. Pero esa señora está en lo cierto: no teníamos una onda verde en nuestros días.
En ese entonces teníamos una televisión, o radio, en la casa -- no un
televisor en cada habitación. Y la TV tenía una pantallita del tamaño de un
pañuelo (se acuerdan?), no una pantallota del tamaño de un estadio.
En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas
eléctricas que lo hagan todo por nosotros.
Cuando empacábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos
periódicos arrugados para protegerlo, no pastoforios o bolitas plásticas.
En esos tiempos no encendíamos un motor y quemábamos gasolina sólo para cortar el pasto. Usábamos una podadora que funcionaba a músculo. Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a un gimnasio para correr sobre pistas mecánicas que funcionan con electricidad.
Pero ella está en lo cierto: no había en esos tiempos una onda verde.
Bebíamos de una fuente cuando teníamos sed, en lugar de usar vasitos o
botellas plásticos cada vez que teníamos que tomar agua.
Recargábamos las pluma fuentes con tinta, en lugar de comprar una nueva y cambiábamos las hojillas de afeitar en vez de echar a la basura toda la afeitadora sólo porque la hoja perdió su filo.
Pero no teníamos una onda verde por entonces.
En aquellos tiempos, la gente tomaba el tranvía o un ómnibus y los chicos
iban en sus bicicletas a la escuela o caminaban, en lugar de usar a la mamá como un servicio de taxi de 24 horas.
Teníamos un enchufe en cada habitación, no un banco de enchufes para
alimentar una docena de artefactos. Y no necesitábamos un aparato
electrónico para recibir señales de satélites a kilómetros de distancia en
el espacio para encontrar la pizzería más próxima.
*Así que ¿no les parece lamentable que la actual generación esté
lamentándose cuán botarates éramos los viejos por no tener esta onda verde en nuestros tiempos?*
Envíele esto a otra persona mayor a la que piense que le hace falta una
lección sobre conservación de parte de un baboso.*
   *La Onda Verde*

Y estoy esperando un articulo titulado: “El ser humano, mamífero de nacimiento y presuntuoso en vida adulta. Lactancia vegetariana vs. lactancia animal” ofrecido por “La comidilla del todos los días”, donde abogan por mantener-obligatoria- la lactancia animal hasta la mayoría de edad. Muchos lectores me han pedido que vocifere algo a favor de la lactancia animal en el Metro, refiriéndose a lo que debe incluirse en la ley del MAME, específicamente lo concerniente a la autorización para que las madres puedan lactar a sus hijos adolescentes en las unidades del metro de cada ciudad y, por extensión, en todas las unidades de transporte publico y privado. La campaña mediática donde se promueven la idea principal y la opuesta está llegando a niveles insospechados… unos hablan de continuar en la mamadera en que estamos y otros piensan que ya basta de mamaderas espurias, que a cada Madre, lo suyo, que cada quien es libre de mamar hasta cuando pueda y hasta cuando físicamente se pueda dar y recibir. De manera pues, que esperaremos a que este extraordinario pedazo  de trabajo producto de los años de mamadera continua de algunos de sus autores, nos llegue en condiciones legibles, pletórico de enseñanzas complejamente sencillas que puedan absorberse en pequeños ratos, parcialmente largos, y al tanto fácilmente digeribles por una plebe radicalmente tercermundista, exhaustivamente etérea y centrada en la desincronización de los tiempos y movimientos que dieron cabida a esta nueva concepción de la raza humana.

!!ESPEREMOS CON OPTIMISMO!!

!!LOS HIJOS MEJOR FORMADOS SON UNOS MAMONES…!!

!!EL ESTADO QUIERE NACIONALIZAR EL MAMÓN…!!

!!LA LEY DEL MAME ES UNA NECESIDAD COLECTIVA…!!

La realidad de la REALIDAD

DAVID CERQUEIRO RODRÍGUEZ | EL UNIVERSAL

lunes 29 de agosto de 2011 05:53 PM

Dos filósofos venían conversando por la calle sobre la realidad.
Esgrimían toda clase de preguntas sobre qué era ésta, qué la definía, o hasta dónde llegaba. Cómo el ser humano podía estar seguro de qué es y qué no es real, entre otras tantas indagaciones. Mientras más caminaban, más complejo se hacía el tema de su conversación y más complicadas sus explicaciones.
Uno de ellos afirmó: -La realidad debe ser percibida por una mente humana para poder ser tal. A lo que el otro filósofo respondió: -Pero, ¿cómo sabe la mente humana que lo que percibe es verdadero? Y así continuaban su conversación, densa, amena y cada vez más sofisticada.
A medida que caminaban, no se percataban de la gente a su alrededor, quienes los veían como excéntricos pensadores; artesanos del pensamiento. Estaban los filósofos tan absortos en sus ideas, que no se daban cuenta ni del ruido de la ciudad a su alrededor, ni de los automóviles, ni los edificios, ni de los animales. Ni siquiera del extraño viento amable que acariciaba a aquella tarde.
Repentinamente, uno de ellos, mientras explicaba muy articuladamente su honda reflexión sobre la relatividad de la existencia humana, tropezó descuidado con las raíces de un árbol grande que sobresalían, invencibles y tercas, a través de la acera de concreto por la que caminaban.
El filósofo cayó aparatosamente de cara sobre el sucio suelo de la calle. Su compañero alarmado fue a auxiliarlo en caso de haberse lastimado gravemente. Al ayudarlo a levantarse y asegurarse que solo había sufrido un leve raspón sobre la frente y un superficial golpe en la rodilla, le preguntó: ¿Continuamos?
A lo que el ya repuesto filósofo contestó: Nah, mejor vayamos por unas cervezas y unas muchachas.
david@tresochos.net http://alasombradelgoliat.blogspot.com

303 palabras que se hunden en el cerebro y originan un vórtice de realidad… A quien Dios se lo dé, San Pedro se lo bendiga. Gracias.