2013/02/13

7866.- Relato de un error de EL PAÍS

Publico este alegato de disculpa para tener un documento que, a la larga, de seguro que leeremos de nuevo.

Dos reconocidos periodistas del diario reconstruyen lo ocurrido con la falsa foto de Chávez

José María Irujo / Joseba Elola Madrid26 ENE 2013 - 22:39 CET1368

 

La redacción de EL PAÍS en Madrid. / BERNARDO PÉREZ

EL PAÍS cometió el pasado jueves uno de los mayores errores de su historia. Ese día, el periódico difundió una fotografía falsa aportada por la agencia Gtres Online en la que supuestamente aparecía intubado el presidente venezolano, Hugo Chávez. Pese a las dudas que les surgieron sobre las circunstancias que rodeaban esa imagen, los responsables del diario decidieron difundirla. Esas dudas no resueltas quedaron reflejadas incluso en el breve texto que acompañaba la fotografía, en el que se indicaba que “EL PAÍS no ha podido verificar de forma independiente las circunstancias en que fue tomada la imagen, ni el momento preciso ni el lugar. Las particularidades políticas de Cuba y las restricciones informativas que impone el régimen lo han hecho imposible”. El director de la publicación, Javier Moreno, es el primero en asumir que fue una equivocación: “Ese es el error central de la historia. Creíamos tener verificada una fotografía que no habíamos verificado”. Como Moreno, toda la cadena en la toma de decisiones asume la gravedad de lo ocurrido y pide disculpas. En cuanto tuvo conocimiento del error, la dirección del periódico ordenó recoger todos los ejemplares distribuidos hasta ese momento y, a la vez, retirar de la web la falsa fotografía. El coste de la reimpresión del diario y la nueva reimpresión supuso un coste adicional de unos 225.000 euros. El error tuvo una gran repercusión en las redes sociales y originó también la protesta del Gobierno venezolano. Nada más regresar de Davos, donde se encontraba, Javier Moreno analizó los hechos con el Comité de Dirección y el Comité Profesional, anunció cambios para mejorar el método en la toma de decisiones y encargó un relato a dos reconocidos periodistas del diario. Este es el resultado de ese trabajo periodístico.

"¿Puedes hablar? Es urgente". A las dos de la tarde del miércoles 23 de enero, Javier Moreno, director de EL PAÍS, observa en la pantalla del teléfono que tiene dos llamadas perdidas del director adjunto, Vicente Jiménez. Moreno está en Davos (Suiza) asistiendo al Foro Económico Mundial en el que se reúnen las élites sociales y económicas del planeta. Le extraña que desde la redacción en Madrid se comuniquen con él mediante Facetime, aplicación para hablar por videoconferencia.

Estamos seguros de que es Chávez, ¿no? ¿No será un montaje?”

Javier Moreno, director de EL PAÍS

-Javier tenemos una foto de una persona que parece Hugo Chávez en una sala de operaciones. La ofrece una agencia y estamos haciendo gestiones para conseguirla porque primero se la han ofrecido a El Mundo.

-¿Qué sabemos de la fotografía?

-La agencia dice que la ha sacado una enfermera en Cuba y que se la ha enviado a su hermana a España. Esta la ha ofrecido a una colaboradora de la agencia.

-¿No podemos tener más información?

-Luis Magán [jefe de fotografía] va a comer con el comercial de la agencia y lo va a intentar.

La foto está haciendo su entrada en el periódico. Es la instantánea que protagoniza uno de los mayores errores de la historia del diario EL PAÍS. Esta es la narración de cómo una imagen falsa acabó en la portada, reconstruida a través de conversaciones con los que intervinieron en el proceso.

Las llamadas perdidas de Jiménez son para enseñarle la imagen al director. Pregunta si se la puede enviar a Davos, pero el comercial de la agencia, Manuel Montero, rechaza su difusión. Facetime es la solución más rápida para mostrarla a distancia.

El director adjunto se comunica de nuevo con Moreno y le enseña la instantánea. "Me mostraron la fotografía montada sobre una cartulina blanca. Pedían 30.000 euros y respondí que no. Me parecía la típica subasta entre periódicos", recuerda Moreno, que sugiere ofrecer 10.000.

Cuando el director ve la fotografía le asaltan dudas de que sea un montaje y pide que se verifique. Minutos más tarde envía un SMS a Jiménez: "Estamos seguros de que es Chávez, ¿no? ¿no será alguien que se le parece en un montaje hecho en Lima, por ejemplo?". Jiménez responde: "Creo que no, pero, claro, es una foto que llega por un cauce irregular". Me la han podido colar”

El director de la agencia de fotos

La foto falsa llega a EL PAÍS a través de la agencia Gtres Online. El miércoles 23 de enero, a las 11.00, Luis Magán queda en una cafetería con el director comercial de esta agencia que provee a EL PAÍS desde 2009 con material gráfico, sobre todo, para las secciones de Gente y Cultura. Montero anuncia que tiene una foto de Hugo Chávez hospitalizado. Y que se la han ofrecido antes al diario El Mundo, pero la operación aún no está cerrada.

Sobre las 13.30, Montero se acerca a un bar próximo a Miguel Yuste, 40, la sede del diario EL PAÍS, con una carpeta blanca con el logo de la agencia. En su interior, dos reproducciones en papel de la misma imagen. Magán las ve por primera vez: "La veo y creo que es Chávez. Lo único que pongo en duda es la fecha en que se haya hecho la foto", recuerda.

El jefe de fotografía pide explicaciones y Montero ofrece su relato. Cuenta que la foto ha sido realizada hace siete días. Que ha llegado a la agencia a través de una colaboradora de plena confianza.

Magán sube con la foto al despacho del director adjunto, Vicente Jiménez.

-¿Esta agencia será de fiar, no?, le pregunta Jiménez.

-A mí me parece que es Chávez, le responde Magán.

A lo largo de la tarde del miércoles 23, por el despacho de Vicente Jiménez, pasan, entre otros, Luis Magán y tres subdirectores: Jan Martínez Ahrens, Goyo Rodríguez y José Manuel Romero. "En esos momentos estamos manejando la sensación de tener una exclusiva mundial", relata Magán. Hay dudas sobre la fecha y la autenticidad de la foto. "Pero nadie pone en duda que sea Chávez", relata el jefe de fotografía.

Es fundamental despejar incógnitas. El subdirector Jan Martínez Ahrens es el encargado de hacerlo. Se reúne en su despacho, después de la hora del almuerzo, con el comercial de Gtres Online y le interroga sobre la procedencia de la foto. "El relato es francamente flojo, vago y difuso", cuenta Martínez Ahrens. Sobre las 17.30 pide hablar con el director de la agencia, Carlos Van Eyck, y le somete a un tercer grado telefónico. Van Eyck asegura que creen que la foto es verdadera y dice que confían en la persona que la ha traído a la agencia. No da la identidad del contacto en España, ni la de quién ha tomado la foto con el argumento de proteger a quien se arriesgó para tomar la imagen.

El periódico no informó al colaborador que tiene en Caracas

-¿Te la han podido colar?, pregunta Martínez Ahrens.

-Me la han podido colar, responde Van Eyck, quien en otros momentos, en cambio, insiste en la fiabilidad de su fuente.

Martínez Ahrens traslada esta información a Vicente Jiménez.

La agencia y su representante insisten una y otra vez en que la fuente de la que han recibido la fotografía es fiable y que confían en su colaboradora. En paralelo continúa la negociación económica. El representante de Gtres Online pide tiempo para hablar con la intermediaria.

Hacia las ocho de la tarde, Jiménez recibe la información de que la negociación ha prosperado y que la fotografía va a ser adquirida. "Cuando pactamos el precio [15.000 euros] decidimos publicarla", recuerda el director adjunto. "Nos dicen que no quieren que se firme la fotografía porque podría poner en peligro a la persona que la hizo. Nos pareció razonable y creímos que era una salvaguarda de protección y no debilidad de la fuente. Era una enfermera que se estaba jugando la vida. Está claro que nos equivocamos".

¿Por qué se tomó la decisión de publicar la foto si la agencia Gtres Online no había respondido a todas las dudas que se le plantearon esa tarde?  "Consideramos que la fotografía era buena y seguimos de forma natural", explica el director adjunto. "No se votó ni nadie planteó su oposición. Nadie me transmitió dudas serias sobre la conveniencia de no publicarla o sobre su autenticidad, salvo un subdirector, que dudaba si debíamos publicar la imagen de un enfermo, pero estábamos de acuerdo en que era una noticia relevante porque el Gobierno venezolano no informa sobre la salud de su presidente. Hicimos una cesión de confianza a la agencia a pesar de que había puntos que no se podían comprobar", reconoce Jiménez. "Hicimos mal nuestro trabajo".

Magán, que recibió la oferta y negoció la compra, lo recuerda así: "Fue una decisión colectiva. Llega un momento en que tenemos que arriesgarnos o no". Hugo Chávez no aparece en público desde el pasado mes de diciembre ni acudió a su toma de posesión en Caracas al permanecer convaleciente en La Habana. Su dolencia está rodeada de secretismo.

Las redes sociales advirtieron del fallo cuando llegó el diario a América

En Davos, el director de EL PAÍS se ha encontrado con Moisés Naím, analista venezolano y columnista del periódico al que le cuenta que se está trabajando en la historia. "En un momento dado me trasladan la convicción de que la agencia lo ha verificado, que la historia es buena, que vamos adelante. No me dijeron que había muchas dudas porque si hubiera sido así lo habría parado, pero como había incógnitas sin resolver le pedí a Vicente que en el texto se añadieran, como información adicional, las preguntas a las que no habíamos podido responder. No como cautela sino como información complementaria. Creí que lo más honesto era reconocerlo".

Moreno asume que fue un error publicar la foto y acompañarla de un texto que dice que no se confía en la instantánea. "Ese es el error central de la historia. Creíamos tener verificada una fotografía que no habíamos verificado".

La apostilla dictada por Moreno y que se incluye en el pie de la imagen falsa dice: "EL PAÍS no ha podido verificar de forma independiente las circunstancias en que fue tomada la imagen, ni el momento preciso ni el lugar. Las particularidades políticas de Cuba y las restricciones informativas que impone el régimen lo han hecho imposible".

El director asume que dejar en manos de una agencia las verificaciones que debería haber hecho el periódico es un error grave. La precipitación fue el otro. Y reconoce que el hecho de que la información fuera compartida por un número reducido de mandos multiplicó el riesgo.

A partir de las 21 horas se comienza a editar la imagen para la edición impresa. La fotografía falsa pasa por más manos: diseño, fotografía, internacional y se vuelca en el sistema de edición Hermes por lo que numerosos redactores ya la pueden observar en pantalla. Media hora antes, el director adjunto y los subdirectores muestran la imagen a Guillermo Altares, redactor jefe de Internacional. "¿Esto es lo que creo que es? ¿Estáis seguros al cien por cien?", pregunta el periodista a sus jefes. "Estaban muy seguros de lo que tenían", recuerda. Altares propone hablar con el colaborador en Caracas, Ewald Scharfenberg, pero se decide no comunicarle la noticia por temor a que a través de la conversación telefónica se filtre la exclusiva. "Tengo plena confianza en Ewald pero no en las comunicaciones venezolanas", apostilla el redactor jefe.

De madrugada el director ordenó paralizar la distribución

Martínez Ahrens, subdirector, telefonea al colaborador en Caracas y le advierte de que el periódico va a publicar una información sensible para prevenirle. "Me dijo que era un asunto delicado y que estuviera atento a la reacción del Gobierno", señala Scharfenberg. El periódico no le informó de que iba a publicar una supuesta foto de Hugo Chávez.

A esa misma hora, Mokhtar Atitar, editor gráfico de la web, ve la fotografía y le asaltan las dudas. Deja su asiento en la mesa digital en forma de media luna situada en el centro de la redacción y se dirige a la de Magán. Le expresa sus reticencias, no tiene claro que la imagen sea buena. Después regresa a su puesto y se pone a buscar en Google para ver si hay en la red alguna imagen parecida. "No encontré nada pese a que hice varias búsquedas de imágenes. Lo hice por iniciativa propia", explica. Atitar busca fotos, pero la imagen, en realidad, procede de un vídeo.

En Davos, sobre las 23 horas, Naím coincide de nuevo con Moreno.

-Javier, ¿cómo va la historia?

-Vamos a dar la foto.

-¿Puedo tuitear la noticia?

-Pero no digas que es Chávez.

Naím tuitea: "Prepárense para una extraordinaria foto exclusiva en la web de El PAÍS en breve". Poco después, Moreno lo retuitea.

Ewald Scharfenberg, el colaborador en Caracas, ve el tuit de Naím y escribe a Altares para preguntarle si sabe de qué va la cosa. "Me responde: no te puedo decir nada sorry [lo siento]". La supuesta exclusiva se ha manejado con la máxima discreción para evitar fugas. Más tarde, Scharfenberg le envía otro mensaje en el que le advierte sobre una fotografía vieja que ese mismo día circula, una instantánea de Chávez con su padre y hermano.

Son las tres de la madrugada en Madrid, las ocho de la tarde en México DF y Bernardo Marín llega a la redacción digital que EL PAÍS tiene en la capital mexicana. Los ejemplares de la edición impresa con la foto falsa en portada ya están llegando a esas horas a distintos puntos de Latinoamérica, sobre todo a Argentina. Y ya hay gente tuiteando que EL PAÍS lleva a Chávez intubado en portada. Marín llama a Jiménez y le dice que considera que hay que adelantar la publicación, dado que en las redes ya se empieza a hablar de ello.

Las cuatro personas que están en ese momento en la redacción de México, donde se elabora la web del periódico durante la noche, empiezan a preparar la pieza informativa digital. Por centrarse en la preparación del despliegue, pierden de vista durante cinco minutos la conversación de Twitter, donde algunos empiezan a hablar de que la foto puede ser falsa.

A las 3.52, Bernardo Marín aprieta el botón de publicar. La supuesta gran exclusiva mundial se empieza a difundir en las redes sociales, Twitter y Facebook. A las 3.54 mira su cuenta de Twitter para ver qué repercusión está teniendo la noticia. Ve que hay tuits que ponen en cuestión la autenticidad de la foto. "Cuando es la dirección del periódico la que ha dado por buena una información, ni se te ocurre pensar que puede ser un error", explica por teléfono desde México. Inés Santaeulalia, una de las redactoras en ese país, llama por teléfono y alerta de que hay mucha gente tuiteando que esa foto es falsa. La cuenta de Twitter de Moisés Naím recibe insultos: "Hubo una explosión de agresiones por parte de seguidores de Chávez. Algunos incluso dicen que yo tuve un rol en todo esto", explica el escritor.

Marín comprueba que la foto ha sido extraída de un vídeo que está circulando por la red. Se trata de una captura. Aparece un paciente acromegálico en una mesa de operaciones. La imagen data de 2008. La noche anterior, de hecho, la televisión pública venezolana ha denunciado que ese vídeo está circulando, que es falso, y que no es Chávez.

Marín llama a Vicente Jiménez y le manda una captura de pantalla del vídeo. Son las cuatro de la madrugada.

A las 4.08 Javier Moreno recibe la llamada del director adjunto. Se encuentra descansando en la habitación de su hotel a las afueras de Davos. La conversación dura cuatro minutos y Moreno ordena que los responsables de la web retiren la fotografía de la portada y que se paralice la distribución de la edición de papel para evitar que llegue a los quioscos. "Tomé la decisión al instante, sin pensar lo que iba a costar y sin consultar a nadie", recuerda el director. Desde ese instante, y hasta las 8.12, Moreno hace 26 llamadas y decide reimprimir EL PAÍS para volver a colocarlo en los puntos de venta.

Se logró detener el 93% de la tirada en Europa y América

A las 4.12, Jiménez llama al responsable de distribución e impresión de Pressprint, Juan Manuel Albelda. Le dice que es preciso retirar toda la tirada. Albelda le informa de que hay rutas que están distribuidas y entregadas. No se consigue frenar la distribución de ejemplares destinados a las líneas aéreas, ferrocarriles, hoteles y suscriptores. En España, 4.100 ejemplares llegan a los lectores con la foto falsa. "De llegar la orden media hora más tarde, hubiera sido dramático", confiesa Albelda.

Se consigue paralizar el 93% de la tirada. Pero en Argentina solo se recupera un 30% y 8.050 ejemplares llegan a los quioscos. En la República Dominicana se recupera un 10%: 5.670 ejemplares con el error llegan a destino.

En total son 22.635 los ejemplares con la foto falsa que se distribuyen. Se vuelve a imprimir una nueva edición. El coste de la reimpresión del diario ronda los 125.000 euros. La nueva distribución que hay que poner en marcha supone otros 100.000 euros.

"Me pareció increíble que, algo que para cualquier venezolano era un timo, fuera en la portada de EL PAÍS", remata Scharfenberg, colaborador en Caracas.

La reacción del Gobierno venezolano es inmediata. El chavismo acusa a EL PAÍS de participar en un complot contra la oposición. "Nadie cree que la foto es algo casual, los lacayos internos tienen su réplica en el extranjero", escribe en su cuenta de Twitter el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. "Cada vez que alguien en el mundo, llámese EL PAÍS, Bosé, Juanes, Willie Colón, Cochez o Uribe, ataca a la patria, la oposición lo hace su héroe", dice en otro mensaje reproducido por medios oficiales.

El Gobierno de Hugo Chávez anuncia que emprenderá acciones legales y su embajada en Madrid acusa al diario de "despreciar" a los venezolanos. "La publicación de esta fotografía grotesca no es más que la confirmación de la campaña sistemática que ese periódico y otros más mantienen aprovechándose de manera atroz de la situación de salud por la que pasa el comandante Chávez", espeta Ernesto Villegas, ministro de Información. Desde Argentina, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner escribe en su cuenta de Twitter: "En la portada de EL PAÍS vi una foto. Me corrijo, eso no es una foto, es una canallada".

Al día siguiente de la publicación, descubierta ya la estafa, una reunión en Miguel Yuste con los responsables de Gtres Online permite comprobar que la primera versión que dieron no es correcta.

Carlos Van Eyck, director de la agencia, explica que en la misma mañana en que se descubrió la falsedad, su colaboradora llamó a la persona que le facilitó la fotografía y que esta cambió su versión.

El nuevo relato hace que la pista de la foto se difumine aún más. La supuesta intermediaria en España es una venezolana que ha recibido una foto enviada por su hermana, vía Whatsapp, desde Venezuela. Esta última, a su vez, es la que habría recibido la imagen supuestamente procedente de Cuba. Poco importa. La foto era falsa.

7865.- Prisioneros de la palabra.-

EDITORIAL El País. 13feb2013

Tenemos la información, pero no documentos, ni siquiera tenemos fotocopias”. Esto es lo que contestó Ben Bradlee, director de The Washington Post, a su amigo Gordon Manning, jefe de noticias de la CBS, cuando le pidió los papeles que avalaran lo publicado en torno al escándalo Watergate. Pese a la inexistencia de documentos, las fuentes (que los reporteros del caso mantuvieron en secreto) eran tan fiables y variadas, que Walter Conkrite, el gran gurú de las noticias televisadas en América, decidió hacer un reportaje sobre el caso, y a partir de ahí este se convirtió en foco de atención de todo el país. Habría que recomendar vivamente a los asesores y portavoces del PP que lean con atención las memorias de Bradlee, las de Katherine Graham, propietaria del Post,y los libros de Woodward y Bernstein sobre Watergate, para que sepan lo que es preciso no hacer cuando un partido político se enfrenta a un escándalo desvelado por la prensa.

Así conocerán que la primera reacción del presidente del Partido Republicano Bob Dole fue acusar al Post y a su director de estar en connivencia con el candidato demócrata McGovern, que se enfrentaba a Nixon en las elecciones de 1972. “El Partido Republicano ha sido víctima de un bombardeo de alegaciones infundadas y falsas”, declaró, para acabar sentenciando que “la reputación del Post ha caído tan bajo que ha desaparecido casi por completo”. El portavoz de la Casa Blanca Ron Ziegler aseguró, por su parte, que los artículos del periódico estaban “basados en rumores e indirectas e intentan, por asociación, encontrar culpables, pero no han conseguido encontrar ningún nexo entre Watergate y la Casa Blanca, porque no existe”, y el director de la campaña de Nixon abundó en la falsedad de las revelaciones porque “media docena de investigaciones lo han demostrado así”.

El presidente Nixon decretó una especie de apagón informativo para los dos principales diarios del país (The Washington Post y The New York Times) y decidió privilegiar con declaraciones y entrevistas a periódicos afines a él, que solían titular sus primeras páginas con los desmentidos de la Casa Blanca. El espionaje en la sede del Partido Demócrata por parte de antiguos colaboradores de la CIA, cuyo conocimiento supuso la punta del iceberg del caso Watergate, sucedió en junio de 1972. Apenas cinco meses después, Richard Nixon fue elegido presidente por abrumadora mayoría. Le votó un 60% del censo y ganó en todos los Estados salvo en Massachusetts. Pero la acusación formal de los implicados en Watergate, en marzo de 1974, fue el inicio de una concatenación de eventos que tornaron la situación en absolutamente incontrolable. Nixon dimitió en agosto, menos de dos años después de su estruendosa victoria.

Ya durante todo aquel proceso, Henry Kissinger, que se preocupó de mantener su amistad personal con Katherine Graham, insistió sobre la inconveniencia de publicar noticias que menoscabaran el prestigio de la Casa Blanca, del presidente y del Gobierno en general, en un momento en el que el liderazgo de EE UU resultaba clave para el futuro del mundo libre.

Aquellos periodistas y editores de The Washington Post son hoy héroes mundiales de nuestra profesión, pero entonces fueron tachados de irresponsables, mentirosos, malos patriotas y fabuladores. Fueron presionados, espiados, amenazados y ridiculizados hasta el extremo, incluso por muchos de sus colegas. Ahora nadie duda de que contribuyeron como pocos a la estabilidad y consolidación del sistema de libertades en su país.

Cuando temas como los papeles de Bárcenas saltan a la luz, son frecuentes las llamadas a la responsabilidad de los periodistas a la hora de publicar materiales que afectan a la gobernanza, la estabilidad económica o la convivencia de su país. En ocasiones, estos llamados responden a una sincera preocupación de quienes los hacen. Pero casi siempre el poder trata de encubrir presiones o censuras, cada vez más difíciles de establecer, por otra parte, en la sociedad de la información. Los periodistas no son responsables de las consecuencias de los hechos sobre los que informan, sino de reportarlos con honestidad y aplicando las técnicas exigibles que garanticen el rigor de sus informaciones. Los verdaderos responsables de las desgracias que de cada situación se deriven son quienes cometieron los hechos, los impulsaron, permitieron u ocultaron. Creemos, por ello, que la lectura de las experiencias relacionadas con Watergate puede ayudar a los responsables políticos a poner en práctica las lecciones de una famosa sentencia de nuestro refranero: “Uno es dueño de sus silencios y prisionero de sus palabras”.

Cualquier semejanza es ”solo” casualidad…