2014/01/20

8229.- La Cima de la Colina.-

La Cima de la Colina.  Colocado el 06/10/06






El 6 de oct 2006, con la mente bullendo de montañas, escribíamos sobre nuestra actividad por esos caminos que para nuestro disfrute hemos creado los humanos cada vez que miramos al horizonte.

Por el hecho del mundo ser redondo, siempre que iniciemos un viaje para darle vuelta, terminaremos pasando sobre nuestras huellas y mirando hacia otro mundo para seguir dándole la vuelta.

Eso hace que las cimas de las colinas se transformen, para cualquier caminante, en final e inicio de jornada.

Tal cual como todo en nuestra vida, cada punto de supuesto cierre es punto de supuesto inicio; el continuo de las cosas nos atrapa y, no teniendo capacidades paranormales que nos permitan dilatar los límites del tiempo y del espacio, la vida se nos convierte en una maravillosa sucesión de sorpresas esperadas.

Tras cada cima veremos una nueva cima. Tras cada dolor esperemos otro dolor, tras cada amanecer, esperemos maravillados el próximo, tras cada fase de la luna, esperemos el próximo ciclo, por eso no vale la pena el vivir en el pesimismo. Todas las cimas se parecen pero son iguales a los ríos, nunca pasaras dos veces por el mismo río, nunca pasaras dos veces por la misma cima… porque ella habrá cambiado, porque tu no serás la misma persona… entonces, ¿porqué desperdiciar lo que pueda enseñarnos esa cima?.

Somos afortunados por ese don que se nos ha concedido, que nos permite razonar sobre cada una de nuestras cimas, sobre cada uno de nuestros logros aparentes, gotas de agua en mar embravecido que llenan continentes de vida.

Dejando volar la imaginación, este simple pensamiento de la cima de la colina nos lleva por rumbos aún mayores pues, se nos ha dicho hasta la saciedad, que los mundos que vemos, microscópicos y macroscópicos, no son sino vistas de lo mismo con diferente aparato. O sea que si miramos hacia lo infinitamente pequeño veremos estructuras semejantes a las que veremos si miramos hacia lo infinitamente grande.


Atacar una colina para coronar su cima requiere planificar los movimientos, verificar el como, el cuando, el con qué, el por donde y todas las demás preguntas concernientes a la planificación y a la programación. La trivialidad de lo cotidiano, y aún la misma preparación que se tenga, hacen que, a veces, nos parezca tan baladí esta planificación, que nos la saltamos alegremente y no es sino cuando nos alcanza Murphy, cuando la razón se hace evidente y nos castiga, no es sino en esos momentos cuando echamos de menos lo que debimos haber tenido muy en cuenta tiempo atrás.

Y, por otra parte, el hecho de alcanzar la cima, “leiv motiv” de la mayoría de nuestras caminatas y andanzas montañeras, lo que sin duda es una hazaña memorable, es simplemente un momento en el tiempo, el suficiente para tomar las fotos de recuerdo, inhalar profundamente, y arrancar a bajar con la euforia que nos hace sentir supercampeones. Generalmente, en esos momentos, olvidamos o pasamos por alto que los últimos metros de todo ascenso son siempre los más difíciles y por eso los primeros momentos del descenso son siempre los más peligrosos, por la euforia del reciente triunfo.


Cimas, ascensos y descensos no son exclusivos de las montañas, la vida practica que no es otra cosa que un continuo deambular entre el nacer y morir, se desarrolla en un sendero con muchos cruces impuestos por nuestro libre albedrío, de trayectos llanos, de travesía, o de abruptos cortes con grandes cimas y simas; lo cierto y definitivamente poco novedoso es que las cimas de nuestra vida son una creación nuestra, por exceso o por defecto.

Usando nuestro muy preciado “libre albedrío” asumimos posiciones que apoyan, rechazan, se solidarizan, critican, ayudan, frenan, etc. etc., las acciones de los demás, lo que nos lleva a crear un andamiaje de relaciones de apoyo o conflictivas que redundan inmediatamente en la pendiente de la colina, sea que vayamos en ascenso o en descenso.

Aceptamos que tenemos que estar entrenados para atrevernos a iniciar grandes caminatas y así nos vemos entrenando “para mi próxima caminata”, pero a fuerza de rutinarios no pensamos en el real entrenamiento que requerimos para nuestros pasos fundamentales de existencia y es solo cuando estamos hasta el cuello cuando pensamos en que debimos, pero no hicimos, haber aprendido de esto o aquello antes de encarar esta situación en que estamos inmersos.

La pregunta surge de inmediato: ¿Y que pasó con mi libre albedrío al tomar las decisiones que me trajeron a este punto?

A quien culpar de esto que me esta sucediendo?

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