2015/05/09

263262.- El Sueño 4

Capítulo 1  

El Sueño.

Sentados en la rivera del apacible río, marido y mujer hablaban, Hilda y Tomás comentaban las noticias que el radio difundía que no eran precisamente buenas... los reos que serían ajusticiados el fin de semana, al borde de locura, trataban de suicidarse para evitar la dantesca escena a sus familiares.
La Ley que el país había adoptado para salir de la crisis económica y política era, sin duda, atroz, e implicaba que los reos fuesen inmisericordemente ajusticiados en la plaza central del poblado, con la presencia en primera fila de todos sus familiares en primer y  segundo grado de consanguinidad, sin importar su edad o sexo.
Reconocían que la “Ley Final”, como se le llamaba, estaba trayendo mejoras en el tratamiento de la cosa pública y ya no se escuchaban discursos llenos de mentiras y ofrecimientos vanos... Habiendo sido penado con esta ley el Peculado en cualquiera de sus formas, las calles y avenidas ya no tenían el aspecto de carnaval de épocas pasadas y muy bien se cuidaban los funcionarios de que sus nombres o rostros no apareciesen en nada que no fuese obligatoriamente preciso.
El costo había sido muy grande... no solo por la hambruna producto de los robos y del peculado que obligó a tomar la decisión, la Ley en si misma era Draconiana y no permitía que se escapasen de ella ni a las grandes figuras ni a los acólitos de turno.
En Riosal casi todas las familias ya habían asistido a la plaza central a cumplir con acompañar a por lo menos uno de sus integrantes. Ellos ya lo habían hecho. Acompañaron al Tío José, el tío rico de la familia, que había hecho sus negocios con la pedrera cuando se estaba construyendo el puente y se había en compinchado con los ediles de turno y pusieron un sobreprecio al material que producían. Tanto el Alcalde como los ediles, como el Tío José, como los administradores de la Alcaldía, y los de la pedrera, todos ellos asistieron un sábado de mucho viento, a que les colgaran y les dejaran allí hasta el lunes en la mañana cuando se procedió a bajarlos y enterrarlos en el cementerio, en la fosa publica del pueblo.
La situación no se presentaba fácil ni mucho menos... antes, siempre había quien se prestara para atestiguar a favor o en contra de alguien pero, ahora, con la fulana Ley Final, los abogados y las personas naturales, mucho se cuidaban de esta practica pues, de acuerdo a la Ley, se convertían en reos de lo que se juzgara, en el caso de aparecer como entorpecedores del proceso, o de falsear su testimonio, y esto también involucraba a los profesionales del derecho, desde los magistrados hasta los escribanos. Ya se hacía difícil encontrar quien se prestara a ser Juez...

No eran una pareja de jóvenes, los nietos ya se soñaban en la Iglesia y pensaban en los viajes que antes hacían los recién casados a tierras extrañas, a playas paradisíacas, a ciudades llenas de otras historias, a otros sitios del mundo...  pero, eso era antes... por eso y de allí venían los pensamientos de la pareja en este momento, cavilar en cuanto a que  hacer para que la familia volviese a la calma, a enmendar los sueños de progreso y esperanza, manteniendo la iniciativa y la proactividad, a pesar de la debacle a que se había llegado.

¿Que hacer? Mas de 60 años de estudio y trabajo se les resumían en una casa en una montaña, tres lochas devaluadas, una pensión escasa y ganas de vivir, de conocer, de estar presente cuando la humanidad aviste nuevas fronteras... parecía lejano el momento cuando la situación volviese a “una” normalidad... no era gratis la aplicación de la nueva Ley... los reos y sus familias, a pesar de saberse culpables y aceptar la situación de la aplicación de la Ley, en otros, no aceptaban el conocimiento publico mundial de las ejecuciones, ya aplaudido por la mayoría absoluta de los países. Quienes escapaban a otras tierras se encontraban conque allá también eran conocidos y, de ser reconocidos, eran execrados y no podían utilizar los dineros fraudulentos pues de hacerlo, el dinero era repatriado y ellos presos, allá, por fraude al pretender utilizar dinero mal habido. La caída de los posibles reos y su ejecución hacía que sus familiares, todos, llevaran el estigma que les imponía la Ley.
Lo del Tío José había sido el más terrible evento en la vida de la familia. Con las finanzas publicas en el punto mas bajo de la historia,  con el desbalance en el proceso de producción de los insumos alimenticios, con la falta de trabajo de cualquier tipo en todo lo que no sea gobierno, con la espada de Damocles de que al ser funcionario se es virtual reo de la Ley Final, se hace difícil, como cosa de tiempo, obtener un medio de vida que permita producir y consumir en paz.
La nueva Ley, la Ley Final, aportaba respuestas a preguntas que antes algunos se formulaban sobre a quien culpar cuando se producía un deceso por falta de medicinas o material medico de cualquier tipo... la Ley Final aclara que son reos, en ese caso, TODOS los funcionarios que tienen que ver con la carencia, en orden jerárquico. Desde el Ministro Jefe del Consejo de Ministros hasta el expendedor. La Ley Final aclara la pregunta sobre ¿quien es responsable cuando el mono mata al niño con un revolver?... ¿Es el mono? Es el que le dio acceso al revolver? ¿Es el dueño del revolver? ¿Es el que vendió el revolver? ¿Es el que le firmó el permiso para tener el revolver? ¿Es el que autorizó para que se vendan revólveres? ¿Es el que lo fabricó? ¿Son quienes establecieron las Leyes que autorizan ese revolver? Y de allí siguen las preguntas... Es la misma situación con las medicinas... ¿Quienes son, en cadena jerárquica los responsables? ¿Hasta donde se puede hablar de Homicidio Culposo? La Ley Final trata de acabar con la Patente de Corso en las Profesiones, que permite que se acabe con la población a la luz de que “Otros son los responsables”. Por esta razón el mundo acepta la Ley y los humanos tratan de apartarse no siendo sujetos de esa Ley, no aceptando postulaciones para ejercer autoridad estatal. Ahora nadie quiere ser gobernador, ni alcalde, ni siquiera jefe civil, mucho menos diputado y claro, ahora nadie quiere ser presidente de nada. Y si hablamos de Abogados Litigantes, Administradores y Contables... ¿Quien quiere ahora serlo? Nadie en su sano juicio, hasta que no se alcance un nivel educativo global donde no exista el dolo.

El pueblo, Riosal,  no era muy grande, todo el mundo se conocía y, desde que entró en vigencia La Ley, el sufrimiento era grupal. Muchos habían trabajado en La Pedrera; para otros la empresa había sido la fuente de su educación, su equipo de Football, el origen de los  recursos para levantar sus casas, La Pedrera había sido la empresa propulsora del Liceo y por eso habían traído Profesores y equipos, tenían la Biblioteca mas grande de todo el Estado, ayudaban a todo el mundo con lo que tenían a mano, eran buena gente. De pronto, un día, se apareció alguien que venía de la capital y les propuso, en el club de bolas criollas, que apoyaran la idea de levantar un puente para mejorar la carretera.

Y, El Diablo, apareció!!!

-. Me propusieron un negocio.-  Díjole Tomas a Hilda
-. Y de donde vamos a sacar dinero? Le vas a pedir al Alcalde?
-. No, vale... La Alcaldía no tiene dinero  y estamos hablando de plata...plata, no lochas...
-. Y entonces? Aquí no hay entierros... ¿de donde vamos a sacar? Ahhhh... pídele a Tío José... a lo mejor el tiene, es quien “tiene dinero”... y es mucho?
-. Si, es bastante... nadie aquí tiene lo que se puede necesitar... Hay que buscar ayuda  de la Capital...
-. Y entonces? Más vale que se olviden... y Tú... no vayas a estar inventando...
-. Voy a hablar con el Tío José, el sabe como hacer negocios con esta gente de la capital y quien quita que hasta nos ganemos algo que valga la pena en la apuesta...

Así había comenzado el tinglado... una vez que se pusieron a discutir el asunto, el Tío José, veterano en esas lides, se buscó a sus compinches de la Alcaldía y con calma fueron armando un plan para que de la operación les quedara a cada uno una buena tajada y, aunque eran muchas personas, el negocito prometía darle a cada quien una buena ración, aparentemente sin riesgos, todo clarito y con la aprobación de  “los de arriba”.
La empresa que aparecería como ejecutante sería la del Tío y los planificadores serían los de la capital y algunos de los “conocedores” del pueblo, entre ellos claro, Tomás.

Todo les fue saliendo como lo tenían previsto y el dinero comenzó a fluir como río en día lluvioso en una vega tranquila... Pero, en la Capital, por razones de política,  se prendió una discusión entre quienes recibían parte de las tajadas, lo que ocasionó que apareciese una información en los periódicos denunciando lo que estaba pasando...

Como las bombas no explotan en la Capital, cayeron en Riosal y con mucho aspaviento los diarios de la zona dieron cuenta de lo que el Alcalde, el Tío José y los demás “lugareños” habían estado haciendo... ardió Troya y comenzaron a salir los cuentos de otras francachelas que se habían rumoreado, por años, en el pueblo...

La averiguación inicial puso en claro que la parranda había sido grande... para la aprobación del Proyecto se requería la firma de la mayoría de los Concejales quienes, tal vez porque el balón era muy atractivo firmaron... absolutamente todos...

La Procuraduría había estado revisando el proyecto y no presentó oposición ni durante la planificación ni en el tiempo que llevaban ejecutándolo.

Como tal, el Proyecto se veía muy bonito, muy útil, y muy a propósito a los fines electorales.

Pasó todas las instancias de aprobación regional y de igual manera las de aprobación nacional... Con el beneplácito de todos los niveles iniciaron la ejecución.

Todo el mundo feliz!!!

De pronto, alguien preguntó:   ¿Existe un programa de control de Calidad para esa Obra?

La respuesta dejó anonadada a la población nacional. NO

Después del primer no, las tejas fueron cayendo una tras otra y se evidenció que la obra no presentaba las prestaciones que se requerían para un puente en esa zona y con esas características, que las especificaciones que se habían aprobado eran algo menos que ridículas dada la tecnología del momento y, lo que realmente le importó a la gente, el sobreprecio de la obra era de casi siete veces lo que se suponía era el costo real. La maraña  de la permisología rayaba en la locura y, a los aspectos legales, dado el número de complotados, se calculaba que transcurrirían años antes de poder llevar ante los tribunales a “todos los gatos del encierro”.

La Ley Final estaba ya vigente.

Los tres primeros gatos que llegaron a su sábado fueron: quien vino de la Capital, el Alcalde y el Tío José



Capitulo 2

Los Intérpretes.-

Los tres primeros reos condenados, en el País, a ser ajusticiados conforme a la Ley Final, fueron: el intermediario que vino de la Capital, el alcalde de Riosal y el Tío José.

El intermediario, un “eminente” ciudadano, muy conocido, había sido candidato a muchos cargos en los últimos gobiernos y había ejercido varios de ellos, se sabía de sus “negocios” con grandes personajes de su partido y de los otros partidos... nunca se le había podido condenar a lo mas mínimo pues siempre sus padrinos, o sus ahijados,  habían actuado, soterradamente claro, para evitar que a ellos también les salpicara la mugre. Era todo un poema, estaba entrelazado con medios de comunicación, con vendedores de baratijas, con vendedores de “proyectos” de cualquier cosa, se le veía rebosante de favores y dueño de una prosa amplia y cargada de los lugares comunes de cada tendencia; había sido estrella y actor central de varias farsas ampliamente conocidas por el gran publico pero pasadas bajo la manga de las Leyes por los otros actores de los respectivos sainetes. Para todos los grupos era el momento perfecto para salir de el y no quisieron desperdiciarlo.

El Alcalde de Riosal, por su parte, venía trepando paso a paso, se le conocía por su entramado a nivel regional, por su labia violenta, por sus chistes despóticos, por sus cambios y virajes en todo cuanto le tocaba dirimir, siempre que hubiese algo de beneficio para el o para sus allegados. Si se requería de alguien para hacer que la Cámara decidiese a favor o en contra de algo, solo había que buscarle y proponerle, a cambio, claro, de “algo”. Los grupos no movieron un dedo por el. Algunos quisieron, pero “nadie” se atrevió.

El Tío José, por su parte, era uno de los empresarios del pueblo, conocido por todos, amigo de todos, padrino de muchos barrigones, negociante, gallero, bailarín, prestamista; su empresa, “La Pedrera”, producía y suministraba insumos para las construcciones dentro y fuera del pueblo, cincuentón, coplero, era un buen escucha y la gente le buscaba como consejero... unía su bonachona forma de ser con un respeto casi heroico por la palabra dada. No era un cuentero mas. Sus labios se sellaban con lapida de mil llaves.

Ellos fueron lo tres primeros reos, culpables directos, según lo que se escuchó en el Tribunal. A diferencia de otros casos anteriores, sonados o no, previos a la Ley Final, en quince días a partir que de la Capital, llegó la orden, fueron aprehendidos,  juzgados y, para beneplácito de “los de arriba” y con el silencio de la sumisión de “los de abajo”, los ejecutaron el primer sábado después del juicio.

Fue un acto apoteósico... asistió todo el pueblo de Riosal, cuyas calles se vieron rebozadas por el caudal de vehículos que llegaron esa mañana provenientes de la Capital y de todos los pueblos a la redonda de Riosal... la fiesta no terminó con la ejecución de los reos sino que continuó hasta tarde en la noche sabatina, lo que fue muy bueno para los Hoteles, Posadas y Restaurantes que se vieron colmados por los fuereños y por los familiares y amigos de los tres, por ahora, actores principales de ese capítulo.

Los Diarios, la Televisión, la Radio, no dejaban escapar esa gallina de huevos de oro y los comentaristas se daban banquete mostrando los innumerables aspectos a los que se les podía sacar el filo.

A nivel Nacional, se presentaba como una demostración de lo que debía haberse hecho desde hacía mucho tiempo... se comadreaba sobre los pasos siguientes pues todos estaban contestes en que era apenas la punta del iceberg;  lo que estaba sucediendo en la Cárcel no tenía parangón, nunca antes “todos” los ediles de una Alcaldía habían sido condenados a algo y mucho menos a muerte por ser cómplices de un hecho contra la cosa pública. En todo el Territorio Nacional se discutía, se comentaba, se aprendía y nadie, NADIE, sabía o barruntaba cual sería la actitud que se asumiría para controlar a los reos y evitar el suicidio masivo. La monstruosidad de esa posibilidad tapaba, en parte, la discusión sobre el alcance real de la ley.

Las acusaciones que el Intermediario efectuó en sus alegatos buscando defensa, en las que ponía en evidencia las múltiples causas que se podían abrir contra muchísimos de los actuales personeros y de los que conformaron los últimos cinco regímenes, no habían caído en sacos rotos y, aunque se dudaba de la celeridad de los nuevos juicios, estaba quedando claro que había un consenso para que se llegara hasta las últimas consecuencias. Nadie sabía o quería opinar acerca de esas “ultimas consecuencias”

Ardía Troya también, porque los Administradores de la Cámara Edilicia y de las Compañías, habían sentido la presión del dogal en sus cuellos pues, aunque no habían sido los planificadores o ejecutores, si habían sido los amanuenses del complot y por ello habían recibido el regalo de los dioses.

En la Capital, las firmas que se dedicaban al análisis de las operaciones, ponían su cuello en remojo por cuanto no existió un alerta sobre lo que había sucedido y los connacionales estaban más que claros que ellos, los analistas, lo sabían.
Las entidades bancarias hacían oídos sordos y ponían los ojos en blanco pero, no podían negar su conocimiento de esas actividades fuera de la Ley. Aducían que eso era una práctica común desde SIEMPRE y este hecho hacia que la gente los empezara a ver como reos, “a futuro”.

“Crimen y Castigo” era un libreto tonto ante las cavilaciones de Hilda y Tomás, El estaba convencido de que, de no haber sido por su actuación aconsejando al Tío José, este no hubiera intervenido en el complot o, en ultimo caso, lo hubiese hecho como un proveedor y no como instigador y, a pesar de que la nueva Ley no establecía diferencias a sus ojos, Tomás sabía que el Tío había actuado porque él, Tomás, lo bañó en halagos y lo indujo a mostrarse como uno de los centros del problema. Además, Tío José, fiel a su acendrada costumbre de vivir de “su palabra” había entregado su vida sin hacer mención de su sobrino. Y de allí se derivaba el problema crucial de Tomás.  El no estaba dentro de la lista de acusados, no se le había mencionado para nada.
Era el perfecto inocente!!!  Pero... El estaba consiente de su actuación!!!

El dilema de Hilda se iniciaba en su costumbre de pretender que su marido apareciese como líder de cuanto se propusiese hacer. Siempre le había exigido y, en muchas oportunidades, hasta se había burlado cuando por razones de realidad de vida, el liderazgo en los negocios o en la actividad familiar o entre las amistades, cambiaba de personajes y Tomás aceptaba que otros fuesen los lideres de eso que estuviesen haciendo. Esa condición había privado en este negocio, ella sabía que el dueño de la empresa, dueño también del dinero, era el Tío José... sabía también que el Tío quería a Tomás como a un hijo, sabía que veía por los ojos de Tomás y que nunca haría aparecer a Tomás como instigador de nada sucio. Por eso, encendió en Tomás el deseo de que acudiera a su Tío y lo impulsara hacia ese negocio.  Pero también conocía a su marido y sabía de antemano las vueltas que daría su cerebro antes, durante y después de lo que ocurriese, fuese bueno, o malo, o peor.  La tormenta apenas comenzaba.

Por otra parte, el pueblo había sentido la emergente bonanza producida por la mar de gente que se había apersonado ese último fin de semana para presenciar el macabro espectáculo, lo que no solo se había notado en los comercios Hoteleros y de alimentación sino que, además,  había dado lugar a que se buscaran empleados para limpiar las calles y se contrataran enfermeros para el puesto de salud; la sola puesta en escena del tinglado para la ejecución conllevó a la contratación “pública” de los carpinteros, electricistas, proveedores, técnicos y obreros que se utilizaron... como era la primera vez que en el país se hacía, no había gente con experiencia y eso llevó a construir unos artilugios muy “de Riosal” que, por lo que se leía en los periódico, ofrecía posibilidades de trabajo en las próximas ciudades o pueblos donde tuviesen ejecuciones. La estación de gasolina había vendido TODA su reserva, el mercado se había quedado sin víveres, los muchachitos hicieron su agosto cuidando carros, la floristería agotó  su existencia; hasta el servicio eléctrico se vio tocado porque el pueblo parecía estar de fiesta nacional y todas las luces estaban encendidas, lo que dio como resultado que se notase la disminución del fluido y que algunos equipos no pudiesen funcionar. El Bar Consentido, con muy buen sentido práctico, se había apertrechado la semana anterior y pudo dar abasto a cuantos le visitaron y, con las chicas contratadas que le llegaron el viernes, mantuvo a la gente bailando hasta el domingo en la noche. El Medico atendió unas cuantas emergencias tontas, el Farmaceuta no cerró su local, los tres taxistas estuvieron moviéndose todo el tiempo, la Panadería, flor del comercio, se vio atiborrada de parroquianos y, milagro, cerraron tres hornadas en el fin de semana. El Cura del pueblo tuvo que hacer horas extras porque con la muerte asomando la cara, todo el mundo quería confesarse.
Pensando en el “¿que dirán del pueblo?” se contrató un tractor con pala para adecuar eso que llamaban la “FOSA PUBLICA” y poner presentable el Cementerio.

Las Señoras de Riosal, hábiles fabricantes de dulces criollos, prepararon todos los tipos que pudieron y todos los vendieron... no fueron a mas porque no lo previeron... pero... para la próxima semana, cuando la cosa sería aun mas seria, ya estaban esperando el cargamento de ingredientes que por teléfono ya habían pedido.

Lo que para las familias de los ejecutados era la mayor tragedia de su existencia, se convertía en un acto benéfico para los demás. El pueblo, que venía languideciendo, de pronto se encontró en el vórtice de un movimiento extraordinario que lo ponía en el Mapa a nivel nacional e internacional. Periodistas extranjeros que cubrieron la ejecución enviaron sus cuartillas y sus fotos a los cuatro puntos cardinales... las caras de las muchachas del pueblo estuvieron en la Televisión mundial... los paisajes tradicionales de pronto tuvieron un resalte de esplendor al cobijar esa “solución” nunca antes vista en lugar alguno del mundo. Así la denominaron: “La Solución Riosal”. No había pasado una semana y ya se notaba en las televisoras el anuncio para ver o escuchar a fulano y a zutano, disertando sobre lo bueno o malo de lo que estaba sucediendo.

Para el Gobierno, lo que tenían ahora era una papa caliente, hirviendo, en la boca. Al mismo tiempo, esa Papa caliente que tanto le costaba mantener en la boca le estaba dando puesto en los noticieros y le ayudaba a mantener los ojos de los mirones en otros problemas distintos a los que, día a día, le presentaban sus “enemigos”. El contrasentido era que la mayoría de los muy posibles candidatos a ser reos por la aplicación de la Ley, los funcionarios en la cadena, eran sus propios seguidores y, una vez puesta en marcha la maquinaria para esa Ley, sabía que sus opositores y también su propia gente le estarían exigiendo el cumplimiento a raja tabla de lo en ella especificado.

El próximo sábado les tocaba retreta a los ediles que habían aprobado en primerísima instancia el negocio; ya habían sido juzgados y sentenciados, era “su” sábado. Esta cortamente larga semana de 168 horas, extremadamente corta como vida, eran horas extremadamente largas como antesala de lo ya inevitable y, habiendo sido testigos de la primera ejecución, tenían perfectamente clara en su mente la dantesca visión de lo que les sucedería a ellos y a sus familias... 

En el pueblo de Riasol estaban pasando, y por pasar, hechos extraordinarios que nadie sabía como terminarían... acostumbrados como estaban a su bucólica vida, ni imaginaban la que se podía armar si sus lenguas no se tranquilizaban y si persistían en querer aparecer en los medios como “fuentes fidedignas”... por ejemplo, en La Pedrera, en esa fuente de trabajo que por años había sido el hogar de la mayoría de los obreros del pueblo se estaba armando la gorda... resulta que los camioneros que les hacían los traslados del material desde los sitios de búsqueda y hasta las obras que se ejecutaban y hasta los sitios de destino final de los deshechos,  vivían prácticamente, de los contratos con la empresa y generalmente no había problemas con los camiones y los transportes de personal, eran los de siempre y, claro, eran los mas cercanos al lugar del trabajo, los lógicos para hacerlo, pero, como esta obra del puente requería de dineros que sobrepasaban las posibilidades de la Alcaldía y las de la Región, es decir, como se utilizarían dineros de la Nación y, además, alguien de fuera quería pescar en ese mar, hubo la proposición formal y aprobada desde la Capital, para que se revisaran con toda crudeza las condiciones de operación de esos transportes y, en caso de aparecer problemas, contratar con una firma de “alguien” de la capital emparentado con “alguien” del gobierno. Finalmente, otro alguien, decidió que fuese la oficina de supervisión de “algo” quien enviase unos funcionarios para que ejecutasen la inspección “in situ” y se otorgasen los permisos de trabajo, habilitaciones,  para “esa obra”... Haciendo el cuento corto, los funcionarios enviados por esa oficina aparecieron en Riosal, tuvieron una reunión con todos los dueños de los transportes y “decidieron” que: como la obra estaba requerida de urgencia de sus vehículos, se llevarían a la capital los papeles de propiedad de cada uno de ellos y al cabo de un tiempo, que dedicarían al estudio concienzudo de ellos, se los retornarían con el permiso respectivo. Fuera de la reunión, los dueños recibieron de viva voz la información de que debían pagar una cierta cantidad para asegurar que sus vehículos estarían efectivamente aprobados. El número de vehículos pasaba de los 700 y, por cada uno, el dueño debía de pagar una módica suma de denarios que no bajaba de las siete cifras. Les dijeron que de no hacerlo, podían contar conque les llegaría el veto para trabajos hacia la comunidad.

Las lenguas no callaron ni por un instante y los periodistas que pululaban por las calles del pueblo estrella, vieron su manjar servido y listo... tenían los nombres de los dueños, de los funcionarios, de la compañía que recibiría el contrato, de quienes habían sido los contactos de cada uno, de la razón de dependencia de los funcionarios que fueron a Riosal, de la lista de los vehículos, de cuanto se había pagado por cada uno en esta tramoya, de lo que se había pagado en efectivo, de las transferencias, de los pagos en especie en lugar de dinero... total, !Tenían el premio gordo! ¡Notitia Criminis!

Mal de muchos, consuelo de tontos, dice el dicho vernáculo. La gente comenzó a buscarle salidas cuando se inició la investigación donde, a todas luces, los protagonistas (léase, los reos por la Ley Final) parecían ser los de la Capital... pero, de inmediato aparecieron los doctos, por las radio emisoras, contándoles a los oyentes que cuando hay casos de extorsión, son tan culpables los que extorsionan como los que pagan la extorsión, o sea que cobres o pagues, eres culpable del mismo hecho delictivo. Etcétera, etcétera... Como Troya parecía que ya no estaba tan encendida... se prendió de nuevo cuando apareció alguien que preguntaba si entonces debíamos dejar que mataran a nuestras familias si es que, como suele suceder en algunos países con tanta frecuencia, los raptaban y pedían dinero por ellos...

El caso de los camiones se fue a los medios deportivos y a las agencias de apuestas... se veía a Riosal como el equipo pequeñito, ínfimo, luchando con los peces grandes del acuario... hasta publicaron humoradas donde se veían peces grandísimos, armados hasta los dientes y con las tablas de la Ley en las aletas, burlándose de los montunos que solo tenias tras ellos las sogas de las horcas. El problema de la aplicación de la Ley Final tuvo su primer barrunto de hacerse FUEGO SACRO.

Y, a fuerza de fuego sacro,  los sacrosantos héroes de mil batallas legales vieron aparecer el ángel vengador volando sobre el territorio nacional... “La Ley Final pena con la misma condena a los reos y a quienes les representan en los juicios que se les sigan, a menos que sean nombrados como abogados de turno u oficio”.

A todas estas, la comidilla del pueblo era si ellos, nativos y moradores de Riosal, lo estaban haciendo mal o bien... ya veían venir la borrasca tras el sarao... las cosas pasarían y el pueblo se sumergiría, una vez más, en la indolencia de propios y extraños... como bien claro entendían, cada vez que los políticos habían levantado una polvareda, lo único que le había quedado al pueblo eran viudas, huérfanos, sangre, desolación, emigración y políticos con mas tierras que antes y mas ínfulas de canallada.

Los próximos en la lista eran los ediles y estos ya estaban en la carcelita del pueblo, desde ya olvidados y negados por las “Élites” que les habían prometido villas y castillos y que, por arriba o por debajo de la mesa, también habían recibido su parte y, en el más cruel silencio, se desentendían de ellos. La mayor desgracia era que, siendo tan pocas personas en el pueblo, todos estaban unidos por vínculos familiares y, los muy pocos extraños que había, eran amigos a muerte de todos los demás.

La primera ejecución supuso la mayor tragicomedia común hasta esa fecha. El primer ejecutado fue el intermediario y para El vinieron de la Capital grandes apellidos en lujosos vehículos. Familiares, amigos y compinches, vinieron a mostrar su asombro porque la Ley hubiese tocado a ESE extraordinario ciudadano, les era absolutamente imposible creer que estuviese sucediendo y no entendían como los jerarcas de los partidos y de los gobiernos pasados y del actual régimen dejaran ante el escarnio público a tal hombre, que tanto les había dado a cada uno, en su momento. Como suele suceder ante hechos similares se fueron cargando de furia contra quienes veían como culpables de ser los cómplices por haber aceptado meterse en el “negocio”. Para ellos, los “montunos”, eran los únicos culpables, de no estar tan hambreados, ellos se hubiesen opuesto al guiso y su “héroe” no se hubiese enfangado...  Ante el hecho definitivo de la ejecución, escupían epítetos contra la gente de Riosal y, cada uno en su rol político, contra los dirigentes de los otros partidos.  La gente del pueblo comenzó a carcajearse de ellos y llegó un momento, justo antes de abrirse la tanquilla, cuando la familia no pudo resistir mas y clamaban pidiendo misericordia, mientras que ellos, los testigos para ese señor, mostraban sus  caras de alivio pues ya no estaría “el” para señalarlos como posibles reos de lo mismo.
Tan pronto como los pies del ajusticiado dejaron de moverse se escucharon los motores de los vehículos y con desenfreno se inició la marcha de la huida pues el pueblo manifestaba en contra de los extraños y quería tomarse la justicia por su mano y hacer que “esos señorones” acompañasen al difunto en su correría final.

Los agentes de la policía se las vieron muy duras para contener a la muchedumbre y cabe destacar que el jefe de la policía, en su arenga, explicaba al pueblo que se quedaran tranquilos pues... la función no había terminado y faltaban dos actores por presentarse...

Apareció en una esquina de la Plaza el piquete de policías acompañando al Alcalde que sería ajusticiado... Los gritos de Ladrón, corrupto, sinvergüenza, acompañados de cuanta mala palabra pueda imaginarse, atronaron en la Plaza... los familiares del alcalde no podían ni levantar los ojos del suelo pues la gente les gritaba y gesticulaba amedrentándolos... tal como decía la Ley, estaban allí todos sus familiares en primero y segundo grado... desde sus padres hasta sus nietos... sobre ellos se volcaba la furia de la gente de Riosal, allí estaban todos sus amigos, sus maestros, sus alumnos... todos...ahora les tocó a ellos recibir el escarnio del pueblo. Nadie, absolutamente, se atrevió a decir nada diferente... todo fue improperios y poco faltó para que les comenzaran a tirar objetos. La gente de su partido se fue, haciendo mutis silencioso y desapareciendo por vía rápida, el pueblo quería ir contra ellos. De nuevo el Jefe de Policía arengó buscando un poco de calma y recordando, por segunda vez, que faltaba otra ejecución.

Trajeron al Tío José y la gente, si se quiere, fue amistosa con el, aunque, de pronto, unas personas que todo el pueblo conocía como las que mas favores le debían y mas dinero le adeudaban, comenzaron a embromarle y a dejar en el ambiente otros “guisos” donde supuestamente había intervenido, estas bromas revolvieron la gallera y comenzaron a caer objetos sobre quienes estaban cerca del reo. La Policía disparó al aire hasta que se logró un poco de tranquilidad pero para ese momento, los familiares directos del Tío José ya habían recibido golpes y “amenazas”. En previsión de más desafueros, la ejecución se aceleró y se vio mas como comedia que como acto formal.

La dantesca escena del sábado de las primeras ejecuciones parecía que no terminaría nunca, los familiares directos de los ajusticiados parecían no aceptar que los dejasen colgados hasta el Lunes en la mañana y eso obligó a que el piquete de Policías permaneciese montando guardia noche y día, cuidando los cadáveres... aun así, el lunes en la madrugada aparecieron carteles sobre los ajusticiados con toda clase de groserías y de mensajes para los grupos políticos, pidiéndoles cuenta por la vida de esos tres primeros ajusticiados... el lugar común era el de: “...Y ahora les toca a ustedes...” “...a cada cochino le llega su sábado...”

Los ediles, presos y condenados, escucharon todo cuanto pasó, pues estaban a la vuelta de la esquina; supieron que los de la capital, que tan mal se habían expresado de los “montunos”, se habían marchado del pueblo con tal apuro que se fueron sin pagar los alojamientos y comidas y ya los hoteleros les estaban pasando la cuenta a los partidos políticos de cada uno, quienes, a su vez, se hacían los desentendidos...

No tuvieron visitas ni el sábado, ni el domingo, ni el lunes, pues el Comandante de la Policía decidió que dadas las actitudes de la gente, podía esperar tumultos a la puerta de la carcelita y como no había Alcalde ni Ediles en ejercicio, el era el mandamás del pueblo... nadie rechistó pues nadie quiso tener que responder por lo que pudiese producirse. Los Reos estaban en una terrible situación, nadie quería nada con ellos, hasta sus familiares, que habían recibido los insultos de la turba, no se atrevían a buscar que los dejasen visitarlos.

Uno de los ediles, de apellido Jilguero, comenzó a vociferar doliéndose de su situación, gritaba que no quería que sus hijas y sus nietos lo vieran en ese predicamento, pedía que los policías lo matasen de una buena vez y, para lograr atraer la atención, se daba de golpes contra las rejas del calabozo... a tal punto llegó, que los de guardia entraron y le ataron de manos y pies para evitar el suicidio... la escena se fue repitiendo y a medio día del lunes ya estaban todos los ediles encadenados a tira corta para evitar la debacle. Dejaron de tomar agua y no aceptaban alimentos. El Párroco del pueblo se acercó hasta la carcelita para hablarles y buscar que bajaran el sufrimiento de sus familiares pero su ruego resultó infructuoso pues no había argumentos para balancear la situación... estuvo con ellos, rezó en voz alta, les dio la Bendición, lloró con ellos, poco faltó para que pidiese que lo ejecutaran con ellos. Los reos lo despidieron con encargos de visitar a las familias una vez que todo terminase y uno de ellos le pidió que cuando tuviese oportunidad de hablar con los que le habían postulado y llevado a ser edil, bien conocidos de ambos, les recordase que los estaría esperando y que el sabia que eso no tardaría mucho porque, “lo demás”, pronto sería publico.
Comenzaron a gritar para que les escucharan desde fuera de la carcelita, anunciaban que todos se suicidarían, de la manera que fuese, pues no querían que sus familias pasaran por la tragedia que se había vivido ese fin de semana pasado. Uno de ellos metió los brazos entre las rejas y se dejó caer... logro partirse cubito y radio derechos...

Todos en el pueblo estaban perturbados y Riosal aparecía en todos los periódicos del mundo. La interminable discusión a nivel mundial por los alcances nacionales e internacionales de la Ley Final ocupaba todos los espacios de opinión y de sucesos. Todo el mundo opinaba y poco a poco se notaba que, con los hechos a la vista, la tendencia era POSITIVA... cada analista desglosaba las bondades de su aplicación, no en el momento inicial sino, una vez que ya fuese parte de la rutina de los pueblos. Una de las mayores ventajas que se destacaba era la de la aceptación de la responsabilidad absoluta por las personas que dependían de cada quien, en todo cuanto dependían.
Cada quien era responsable de TODO cuanto decía, no podía escudarse en superiores,  ni en conceptos doctrinarios o religiosos, no podía justificarse cuando sus subalternos trasgredían la Ley...

En las empresas con directivas de trabajo, líneas de procesos administrativos, líneas de mando y de responsabilidad, resultaba muy fácil de seguir la cadena de responsabilidades, por lo general terminaba en el Vicepresidente ejecutivo o quien hiciese sus veces. En las empresas pequeñas, cuasi familiares, la cadena de responsabilidad se llevaba por delante a casi todo el mundo y esto pasaba en los cientos de pequeñas empresas de muy poco personal, donde casi toda la planta estaba en conocimiento de todo. A nivel Gubernamental, la Ley imponía que la escala jerárquica de la situación se tomase en cuenta y era casi imposible que un Ministro no se viese en algún juicio por acciones de un subalterno que laboraba a miles de kilómetros; el Ministro y la cadena de mando de ese empleado.
Esta nueva caminería jurídica desmembraba la irresponsabilidad y la adjudicaba a cada uno de los mandos intermedios, hasta llegar al máximo nivel. El quid de la cuestión era que el superior tenia la responsabilidad de lo que hicieran, o no, sus subalternos inmediatos y para eso tenía, como siempre había tenido, herramientas de control a su disposición...

En el caso de Riosal, la proposición fue: Hacer un puente para “mejorar la carretera”... La proposición no nació en el pueblo... No fue la Alcaldía quien propuso la obra... No fue la Cámara quien discutió la necesidad... No hubo un trabajo previo en la comunidad de Riosal sobre la necesidad...

La Ley Final no pretende adueñarse de los conocimientos que “en cualquier orden” puedan tener los ciudadanos, no pretende tampoco aislar a los pueblos y obligarlos a no aceptar ideas de progreso que vengan de otras partes, nacionales o internacionales. La Ley lo que pretende es proteger a los ciudadanos, como grupo, de la acción de ciudadanos que intenten apoderarse de lo que ES de la ciudadanía. En el centro de gravedad de La Ley está la “honradez”.
Estaba claro que, en el presente caso, el crimen se había planificado fuera de Riosal y tenía todos los visos de premeditación, alevosía e impunidad... se le añadía el estarse cometiendo en/con  agavillamiento... estaba claro que existían visos de extorsión a nivel del planteamiento y extorsión clara y directa a nivel de los camioneros y transportistas.
La aparición de la cadena de los “alguien” elevaba el problema a otras instancias convirtiéndolo en Gubernamental. Las dependencias funcionales que contemplaba la Ley hacían que hubiese reos en todos los estamentos de los Ministerios e Institutos involucrados.
Así que la aplicación de la Ley hacía obligatorio que cada quien se ocupase de lo suyo, que cada uno mantuviese los ojos abiertos y estuviese pendiente de los malos manejos que pudiesen ocurrir en su área de responsabilidad pues, de otra manera, se hacía cómplice de esos malos manejos y por ende, reo a los ojos de la Ley Final

Así que con toda la colectividad de la Nación en ascuas, sin saber que hacer, en medio de una diatriba jamás vista o recordada, las familias comenzaron a “pensar en familia”... Eran muchos años de malos manejos, de actuaciones solapadas, de encubrimiento en aras de la... “amistad”. Eran muchos los cuentos y muchos mas los actores...

El denominador común era que nadie sabía quienes habían sido los propulsores de esa pieza legal. Como todas las Leyes, había pasado por diversos filtros y la Asamblea Nacional la había aprobado. Se suponía que la fueron armando algunos de los representantes del pueblo que allí hacían vida laboral y que, como el elefante y la hormiguita, armados de la paciencia de Job, la fueron pasando. Tuvieron tal éxito que la ley se había Promulgado y ahora nadie sabía, ni quería, al menos por ahora, aparecer como padre de la criatura.

.- Te veo llorando, compungida, desalentada...

.-Y que esperas, Tomás? Con lo que está pasando ahora, el pueblo se acabará... ¿De donde sacaremos dinero en Riosal? ¿En quien vamos a confiar...? Tendremos que irnos de aquí... Con lo que dijeron del Tío y de nosotros, ¿en quien vamos a confiar?, ¿Quien va a confiar en nosotros? Tienes que hacer algo para que la gente no nos eche la culpa, fíjate lo que dijeron los capitalinos esos...

.- Y tu pretendes que ahora salga yo a confesar que influí en el Tío José para que se prestase a ese juego? ¿Que le diga al país que soy el único ciudadano con honradez suficiente como para echarme el muerto al hombro? ¿Quien soy yo? Si te digo lo que escribirían en los periódicos... Yo mismo me echaría a reír, a mandíbula batiente!!!

.- Quien sea el que asuma la autoría de esto tendrá sobre sus espaldas la muerte de medio país, quizás hasta más de la mitad... Esta es la verdadera debacle y al mismo tiempo la solución del país... ya nadie quiere ser jefe de nada... se acabaron los “funcionarios”... se le acabó la cuerda a los políticos y ya no tienen conque captar incautos... y por otro lado, acostumbrados  a la regalía de los tiempos “de antes”, ahora que la gente tiene que trabajar, justificar su producción diaria de ocho horas, justificar el dinero conque compraron cualquier cosa para poder venderla, se nos ha puesto pequeñito el futuro pues: o producimos o nos morimos de hambre.

Hilda, al lado del molinillo del café le daba vueltas y molía y remolía... miraba a su marido con desespero pues no habían respuestas agradables en el ambiente... su ultima pregunta aun tenía ecos en las viejas paredes...

.- Y tu crees que nos tocará a nosotros estar en otro juicio? No juegue, me miraban como si yo me hubiese robado quien sabe que, y eso que no éramos nosotros los acusados...

Preparar el café parecía una empresa grandiosa, tal era la concentración que tenían en ese momento... Tomás buscaba respuestas en el aire... no le era fácil contestarle a Hilda:

.- Claro que, si la cosa sigue girando, tienen que buscar por arriba, en los Ministerios, en la gente de Planificación y, claro, en la gente que maneja los reales y que saca las cuentas... pero esa gente no es de Riosal y entonces, pase lo que pase, “nuestra” solución está aquí y no en otra parte... menos mal que la veguita del río está sembrada y la podemos cosechar entre los muchachos y Yo... los tiempos van a ser muy difíciles y la mortandad va a ser grande... fíjate lo de los concejales, dijeron que se van a levantar otros guisos y que va a caer mas gente... Escuché que esto de ahorita no es nada comparado con lo del edificio del Consejo Municipal y que si eso revienta se llevarán en los cachos a, por lo menos, tres Consejos... y eso es un gentío... Entonces... dejémonos de llantos porque largo será el invierno... prepare su ropita negra porque serán muchos los velorios y roguémosle a Dios porque no seamos nosotros los acostados.